Si alguna vez te has preguntado por qué cuando eras pequeña el pelo te duraba limpio varios días, lo tenías brillante, suelto y sano y ahora no te dura limpio ni 24 horas, o por el contrario lo notas apagado, quebradizo y seco, o peor, una combinación de ambas cosas, tal vez te interese leer esto y empezar a cambiar tus hábitos.
Empezaremos por hacer un brevísimo recorrido por la historia del champú, palabra que viene del inglés "shampoo" y que y significaba originalmente "masajear":
El término champú, fué introducido en Gran Bretaña por un inmigrante indio que abrió unos "baños de shampoo" en Brighton en 1759. Por aquel entonces se trataba de algo parecido a un baño turco, un masaje terapéutico indio.
Más tarde, los peluqueros ingleses lavarían el pelo hirviendo jabón en agua y añadiendo hierbas aromáticas para dar brillo y fragancia.
Kasey Herbert fué el primer fabricante de champú ("Shaempoo"), que se vendía en Londres y era un producto parecido al jabón ya que ambos contenían surfactantes, que es un tipo de detergente.
El champú moderno, tal como se lo conoce en la actualidad, fue introducido por primera vez en la década de 1930 con "Drene", el primer champú sintético (no jabonoso). Sin embargo no era un producto que se utilizara de forma cotidiana, esto no ha sido así hasta la década de los setenta aproximadamente.
Anuncio del champú "Drene" de los años 40 |
El objetivo principal del uso del champú es eliminar la grasa del cabello porque la grasa que produce el cuero cabelludo, como cualquier grasa, no es soluble en agua. Para esto se utilizan componentes que reciben el nombre de "tensioactivos".
El tensioactivo más utilizado hoy en día en la cosmética "normal" (la que encuentras en cualquier supermercado) es el Lauril Sulfato de Sodio, diminutivo de Lauril Eter Sulfato de Sodio (en inglés Sodium Lauryl Ether Sulfate). Es un compuesto que se utiliza también en productos industriales tales como jabón para lavado de coches, desengrasantes de motores y limpiadores de suelo. La pregunta es ¿por qué se utiliza para lavar el pelo un producto tan agresivo si nuestras cabezas no son sartenes y la grasa que produce el cuero cabelludo no es aceite de motor? La respuesta es bastante sencilla: es muy barato y produce mucha espuma. Aunque no te lo creas el efecto espumoso de los jabones no mejora la capacidad de limpieza, pero se añade para lograr que el producto sea visualmente más atractivo y se venda más.
El Lauril Sulfato de Sodio no es el único tensioactivo que se encuentra en los champús y geles convencionales, se añaden muchos más, algunos para que no notemos la irritación que nos produce, otros para espesar el producto, otros para mejorar la consistencia... y todos ellos son detergentes que están actuando en tu pelo y en tu cuero cabelludo, resecándolo y quitándole humedad a tu pelo.
Por si esto fuera poco, además de los tensioactivos, también añaden sales, para estabilizar el Ph, alcoholes y conservantes (parabenos) para que puedan durar meses y así poder almacenar el producto sumando beneficios económicos.
Todos estos ingredientes químicos destrozan literalmente tu pelo. Es como lavar un pañuelo de seda con lejía industrial. Además el cuero cabelludo que produce grasa para protegerse, es agredido al eliminarla con algo tan fuerte y reacciona produciendo aún más grasa por lo que comienza un círculo vicioso en el que cada vez te dura menos el pelo limpio y lo lavas más, agravando el problema.
Todas estas cosas desde luego no son tan evidentes, seguramente cuando te lavas el pelo lo tienes impecable y no parece que tengas la cabeza irritada o el pelo deshidratado, esto es porque la mayoría solemos usar acondicionador.
El problema de los acondicionadores es que su uso se hace imprescindible con este tipo de champús que dejan la cutícula del pelo dañada. Lo suyo sería que un acondicionador se limitara a hidratar y fortalecer el pelo, en cambio, lo que hacen es añadir siliconas.
Las siliconas actúan sellando la cutícula del cabello y en principio protegiendo el pelo de agresiones externas (como las planchas, el secador, etc.) el problema es que no son solubles en agua, y si no se eliminan terminan acumulándose. Incluso hay algunas siliconas que son tan poco solubles que por eso es necesario el uso de un ingrediente tan fuerte como el Lauril Sulfato de Sodio. Por ese motivo las marcas de champús aconsejan utilizar su champú junto con su acondicionador y no con otro. El uso de estos acondicionadores con siliconas además puede provocar que el pelo se apelmace y si no son eliminadas correctamente incluso puede quedar pegajoso y dar la sensación de que no te has aclarado bien el pelo.
Es la pescadilla que se muerde la cola, primero se utiliza un detergente que te limpia el pelo, pero de forma tan agresiva que hace necesario el uso de acondicionador para paliar los daños y este mismo acondicionador deja restos que no pueden ser eliminados nada más que con ese mismo champú. Y todo esto mientras tienes que lavar tu pelo cada vez más a menudo. Negocio redondo.
La mayoría de los problemas de grasa, dermatitis atópica, sequedad, caída del pelo, etc. se deben en mucha medida a la inclusión de estos ingredientes en nuestros productos de higiene.
¿Qué se puede hacer para evitarlo? Existe una nueva corriende llamada "no-poo" que básicamente propone no utilizar champú para lavarse el pelo y utilizar en cambio bicarbonato sódico y vinagre de manzana, en otros casos lavando el pelo sólo con acondicionadores sin siliconas, yema de huevo y , cerveza, o sólo con agua... de manera que el pelo se "desintoxique" de todos los químicos que hemos utilizado contra él durante tanto tiempo.
Otra opción menos radical y mucho más simple es informarnos acerca de qué ingredientes debemos evitar a la hora de comprar nuestros productos para el pelo. Para saber cuánta cantidad lleva de cada ingrediente, basta con fijarse en el orden de aparición, los ingredientes que aparecen primero son los más abundantes.
Lista de algunos ingredientes a evitar en nuestros champús y acondicionadores:
Los PEGs (glicol polietileno): Sustancias emulgentes que se utilizan para cuajar el agua a las grasas o detergentes. En sí mismas no son tóxicas pero contribuyen a eliminar el factor protector natural de la piel por lo que el sistema inmune queda expuesto y es más vulnerable. La piel y el organismo se hacen más receptivos a otras sustancias incluídas las tóxicas. No se permite utilizar más de cinco PEGs en un mismo producto y pueden reconocerse porque suelen aparecer con las siglas PEG seguidas de un número (su peso molecular) o con las letras eth al final como steareth, ceteareth o sodium lateth sulfate (que no es lo mismo que el lauryl sulfato de sodio)
También son siliconas los ingredientes que acaben o empiecen en ono, conol-, -xane.
Lauryl sulfato de sodio: Del que ya hemos hablado. Detergente muy irritante utilizado en el 90% de los champús y dentífricos convencionales que se encuentran en el mercado. Su efecto es tal que, por el simple contacto con la piel, se absorbe y se almacena en los tejidos del corazón, el hígado, los pulmones, los ojos y hasta el cerebro. Y su listado de efectos adversos no termina ahí ya que se sabe que también afecta al sistema inmune, interactúa con otros ingredientes favoreciendo la aparición de cáncer y en cantidades suficientes puede modificar el material genético contenido en las células. De hecho, en los laboratorios se utiliza para inducir mutaciones en bacterias. Además, al menos en animales, causa problemas de pigmentación en la piel, corroe los folículos pilosos y retarda el crecimiento del pelo.
Diethanolamine (DEA): Se trata de una base detergente y espesante que figura en la etiqueta de más de 600 productos cosméticos y para el hogar. Sobre esta sustancia el doctor Samuel Epstin -profesor de Salud Ambiental de la Universidad de Illinois (Estados Unidos)- afirma que, aplicada en repetidas ocasiones sobre la piel de ratas, hace aumentar exponencialmente la incidencia de cánceres de hígado y de riñón. Afirmaciones sobre su peligrosidad que serían corroboradas por John Bally -supervisor de la División de Cosméticos de la Food and Drugs Administration o FDA (la "Agencia del Medicamento" estadounidense)- al reconocer que diversos estudios han establecido el riesgo que implica una exposición continua a ella, especialmente en el caso de los niños.
Colorantes: Son sustancias que se emplean para darle el color deseado a cremas, geles de baño, maquillajes, tintes, etc. Pues bien, muchos de ellos han demostrado -al menos en animales- ser altamente cancerígenos y alterar las moléculas de ADN. Se les puede reconocer porque sus denominaciones incluyen las sílabas anilin o anilid -por ejemplo, el acetanilid- o por otras fórmulas más sencillas como HC (HC Orange 3), Acid (Acid red 73) o Pigment (Pigment Green 7).
Liberadores de formaldehído: Se trata de uno de los conservantes más utilizados por ser un potente antimicótico. De ahí que se utilice incluso en la fabricación de materiales de construcción y de muebles ya que previene y evita la aparición de moho y hongos. Es altamente cancerígeno por inhalación. Además exponerse a él puede causar dolores articulares, de cabeza o de pecho así como alergia, irritación y envejecimiento prematuro de la piel, daño en las membranas celulares y malformaciones en los fetos. Su uso está prohibido en cosmética pero como es un conservante muy barato y efectivo la industria se las ha ingeniado para crear sustancias que directamente no se pueden considerar formaldehídos pero que lo liberan. ¿Cómo reconocerlas? De dos formas. Una es fijarse en los ingredientes que se acompañan de la palabra urea como diazolidinil urea, imidazolidinil urea o poliximetileno urea (no debe confundirse con la urea que se encuentra en la sangre y que es el resultado del metabolismo de las proteínas). La otra forma de identificar estas sustancias es fijarse en que llevan las letras DM delante del nombre del conservante químico como es el caso de la DM hidantoina. Los mencionados no son los únicos conservantes liberadores de formaldehído. También lo hacen el dimetil oxazolidino, el armilacetato o el alkifenol.
Escena de "Out of Africa" |
EL PUNTO DE VISTA DE BLUE BIRD:
En Blue Bird hacemos a mano todos nuestros productos utilizando ingredientes naturales. No utilizamos conservantes, ni colorantes, ni siliconas, ni fragancias artificiales. Creemos que es importante volver a lo natural para el cuidado de nuestra piel y nuestro pelo. Nuestros champús están hechos con pocos ingredientes, pero de calidad.
En primer lugar, la base de nuestros champús (y nuestros geles) es una infusión de hierbas, elegidas por sus propiedades beneficiosas para cada tipo de pelo. Esta infusión se hace con agua destilada y es el 75% del volumen del producto.
Utilizamos además un tensioactivo no iónico, derivado del aceite de coco, 100% biodegradable. Es el mejor sustituto de los sulfatos para limpiar nuestro cabello. No es irritante, pero tiene la capacidad de remover la acumulación de productos en nuestro pelo y la suciedad del cuero cabelludo. Y por si esto no fuera suficiente, no reseca de la misma forma que lo hacen el resto de los sulfatos, por lo que puede usarse a lo largo de todo el pelo si se desea.
Además, añadimos un "extra" natural dependiendo de los distintos tipos de cabello como aceite de germen de trigo, que nutre e hidrata o el vinagre de manzana que protege contra la caspa. Y un poco de pectina de manzana para que la mezcla gane un poquito de espesor.
Por último, no añadimos fragancias artificiales, sino aceites esenciales naturales.
Y nada más. Comparado con la lista de ingredientes de cualquier champú parece mentira, pero creemos que no es cuestión de añadir más componentes, sino de seleccionar los que son mejores.
No hay comentarios:
Publicar un comentario